*Por Pablo Jaruf.
Durante estos últimos días recrudecieron los enfrentamientos entre israelíes y palestinos. Los medios de comunicación volvieron a llenarse de notas de opinión cuya finalidad es legitimar la violencia, para lo cual remiten a ciertos acontecimientos históricos, pero ocultan otros. El objetivo de esta nota, al contrario, es aportar una serie de medidas que seguramente ayudarían a frenar esta escalada de violencia y puedan sentar las bases para avanzar en los problemas de fondo y así lograr la paz y la unidad entre estos pueblos hermanos.
¿Qué pasó en mayo de 1948?
Ante todo, no es casual que estos hechos ocurran pocos días antes del 14 de mayo, fecha en la cual los israelíes celebran el Día de la Independencia, pero los palestinos conmemoran al-Nakba. En esta contraposición ya hay una clave para entender gran parte del problema, pues mientras que para unos esa fecha remite a la alegría de la independencia nacional, para otros significa la catástrofe, no sólo de la derrota, sino de la destrucción de sus viviendas y la expulsión de sus tierras. La primera pregunta a responder, por lo tanto, es que sucedió en aquella fecha.
Los británicos ocuparon el territorio palestino durante la Primera Guerra Mundial, por entonces bajo dominio otomano. A partir de 1922 instauraron un mandato que finalizó el 14 de mayo de 1948, momento exacto en el que los sionistas declararon la independencia del Estado de Israel, hecho que no fue reconocido por ninguno de los países árabes de la región. Cabe señalar que aquellos países también eran entidades políticas recién formadas, tras la retirada de británicos y franceses de Medio Oriente, y su objetivo era lograr la unidad de todos los árabes en un mismo Estado, ideal que se veía obstaculizado con la creación de Israel, cuya población estaba en su gran mayoría compuesta por inmigrantes europeos y americanos y que para colmo se ubicaba en una posición estratégica, en el centro del mundo árabe.
Sucede que los británicos, antes de la instauración del mandato, habían prometido a los sionistas crear un hogar nacional judío, lo que comenzaron a llevar en la práctica a partir de 1922, para lo cual alentaron la inmigración a esta región. Esto coincidía con el aumento del antisemitismo en Europa durante el período de entreguerras, por lo cual muchos decidieron trasladarse a Palestina. Pero, a su vez, los británicos sabían que esta política creaba malestar en la población árabe local, la cual no era tenida en cuenta para la toma de decisiones. Rápidamente, los árabes de Palestina reaccionaron y protagonizaron una serie de revueltas contra las autoridades, cuyo clímax tuvo lugar entre 1936 y 1939. Ante este escenario, las autoridades decidieron que lo mejor era retirarse y crear un Estado independientemente con instituciones parlamentarias cuya representación reflejará la composición de la población local, que en aquel momento era de mayoría árabe. Pero esta solución no fue aceptada por los sectores sionistas más radicalizados, quienes reforzaron sus fuerzas paramilitares y comenzaron a realizar atentados terroristas, experiencia bélica que les sirvió de base para el rápido triunfo cuando se desató la guerra en 1948.
Ante este rechazo, Gran Bretaña dejó el asunto en manos de la ONU, la cual aprobó en 1947 la famosa Resolución 181, donde proponía la división de Palestina en dos Estados, uno judío y otro árabe. Pero esa resolución no contó con el apoyo de ningún árabe, quienes eran justamente los más perjudicados. Al contrario, todos los países que por entonces formaban la Liga Árabe votaron en contra en la asamblea de la ONU. De todas formas, no fue suficiente y con solo el 58% de los votos a favor, los británicos pusieron fecha final a su retirada, dando carta blanca para que los sionistas aplicaran dicho plan. Como era de esperar, los árabes no se quedaron de brazos cruzados y ese mismo 14 de mayo comenzó una guerra cuyo resultado fue el establecimiento del Estado de Israel en un territorio que excedía en un 23% el sugerido por el plan de partición y la división de los árabes de Palestina en dos regiones incomunicadas, Cisjordania, bajo control jordano, y la Franja de Gaza, bajo control egipcio.
¿Qué está pasando en mayo de 2021?
73 años después de aquellos acontecimientos, los problemas todavía no se han solucionado sino que, al contrario, parecen recrudecer cada vez más. En Cisjordania gobierna la Autoridad Nacional Palestina, aunque se trata de un territorio dividido en tres zonas, dos de las cuales están bajo control militar israelí, además de una enorme cantidad de asentamientos ilegales donde viven judíos ultraortodoxos radicalizados. En la Franja de Gaza gobierna un partido islamista, Hamás, enemistado con su pares palestinos de la Autoridad Nacional, a quienes echaron a los tiros entre 2006 y 2007. Desde entonces existe un bloqueo egipcio-israelí que sólo ha empeorado la situación de los gazatíes, a lo que se suma la construcción de muros en distintas partes de Cisjordania y el objetivo de Israel por hacer de Jerusalén la capital indivisa de su país.
En este escenario de tensiones permanentes, donde cualquier escaramuza puede derivar en fuertes enfrentamientos, se sucedieron una serie de hechos que resultaron en la escalada de violencia que vemos estos últimos días. Para comenzar, debemos decir que esto sucede en pleno Ramadán, una de las festividades más importantes del islam. Como dijimos en una nota anterior, las noches de este mes son una ocasión especial donde las personas, luego de ayunar durante las horas diurnas del día, se reúnen a comer, rezar y conversar. Son momentos de congregación y de efervescencia religiosa, que adquieren tintes contestatarios allí donde estas poblaciones son discriminadas, como es el caso de Jerusalén Oriental, donde está uno de los tres complejos más sagrados del islam, pero al cual solo se puede acceder con permiso israelí. Las trabas para transitar de manera libre, impuestas por la policía, dieron lugar a fuertes enfrentamientos en la Puerta de Damasco, que tuvieron réplicas en los alrededores de la mezquita de al-Aqsa, desde la cual se arrojaron piedras a la fuerzas de seguridad y a la zona del Muro de los Lamentos.
Los meses anteriores se había debatido mucho sobre el retraso en la vacunación de los palestinos de Jerusalén Oriental, las cuales deberían haber estado a cargo de las autoridades israelíes. Si bien en un principio se desentendieron, más adelante entregaron vacunas y el plan avanza, aunque muy lentamente. Eso último, sumado a las restricciones impuestas por la cuarentena, que todavía perduran con más fuerzas sobre los palestinos, a diferencia de los israelíes, son sentidas como excusas para que las fuerzas de seguridad sigan reprimiendo a los civiles.
En Jerusalén Oriental también tuvo lugar el desahucio de seis familias en viviendas del barrio Sheij Jarrah, que la justicia reconoce como propiedad judía, aplicación de una sentencia que se había prolongado demasiado en el tiempo, pero que tuvo el agregado de que dichas casas fueron entregadas a judíos ultraortodoxos cuyo fin era provocar a los palestinos del barrio. Esta fue la chispa que hizo estallar manifestaciones violentas en distintas partes de Israel, siendo la más grave la de Lod, donde hubo incendios de sinagogas, acciones que Reuven Rivlin, el presidente israelí, no dudo en caracterizar como verdaderos pogromos.
Pero hacía tiempo también que judíos ultraortodoxos venían realizando manifestaciones violentas que desbordaban a la policía, entre cuyas consignas incluían la de matar a todos los palestinos. Como excusa mostraban algunos videos que circularon en la red Tik Tok donde se veía a jóvenes árabes israelíes abofeteando a rabinos en calles y trenes. Por si esto no fuera poco, no es raro ver ahora personas armadas amenazando a plena luz del día a sus vecinos, situación que ya ha desbordado los controles de policías que deben actuar en distintos frentes a la vez.
Las autoridades políticas, ante esta situación, en lugar de calmar las aguas, las agitaron aún más. Es sabido que Israel atraviesa una crisis que implica a una atomización del espectro político, donde pequeños partidos radicales logran mayor peso en el escenario público. Netanyahu, que depende de su apoyo para perpetuarse en el cargo de primer ministro y seguir evitando los juicios por corrupción en su contra, replica torpemente el mismo discurso radical, apelando a la ley del talión como si todavía viviéramos en los tiempos bíblicos.
Pero lo más grave aún estaba por llegar: la falla del aclamado Domo de Hierro. El sistema de defensa antimisiles de Israel, de cuya efectividad se afanaban, no fue suficiente para detener una andanada de cohetes arrojados desde la Franja de Gaza, cuyo resultado fue la muerte de civiles israelíes inocentes. Varias voces se han comenzado a preguntar cómo el Ministro de Defensa, Benny Gantz -quien ocupa este cargo por un acuerdo político con Netanyahu y Rivlin-, no haya previsto esta situación y, peor aún, cómo es posible que en medio de una pandemia, en un territorio bloqueado por tierra, aire y mar, las milicias de Hamás lograran hacerse con tantos misiles. Ahora, Israel respondió con la Operación Guardián de las Murallas, cuyos primeros resultados es la muerte de decenas de civiles gazatíes inocentes.
Llegados a este punto, podemos afirmar que la serie de manifestaciones y de revueltas de base popular, principalmente en Jerusalén Oriental, se ha visto superada por un nuevo enfrentamiento armado entre Israel y Hamás, donde el discurso radicalizado se ha apropiado de la escena pública, justificando cada bando el asesinato de civiles inocentes. Las elecciones palestinas, que han sido retrasadas, corren ahora el riesgo de ser suspendidas, lo que a fin de cuentas favorece a los poderes establecidos, tanto de un lado como del otro. Mientras tanto, las acusaciones cruzadas continúan, lo que aviva los conflictos en ciudades y pueblos donde hasta el momento se vivía en relativa calma. Los comunicadores sociales, por su parte, también tienen gran parte de responsabilidad, pues se han mostrado más preocupados en legitimar acciones militares que en detener las agresiones entre vecinos.
¿Qué pasará de aquí en adelante?
Por supuesto, es imposible conocer el futuro, pero mientras se siga por el mismo camino y se otorgue mayor voz a los sectores más radicalizados, no caben dudas que la muerte de inocentes va a continuar. Desde nuestro blog sugerimos una serie de medidas que pueden ser tomadas cuanto antes, lo que seguramente ayudará a frenar esta escalada de violencia, gracias a la cuales puedan sentarse las bases para avanzar en los problemas de fondo:
- que Israel suspenda la Operación Guardián de las Murallas y Hamás deje de lanzar misiles;
- que Israel indemnice a los propietarios de la casas de Sheij Jarrah y permita el retorno de las familias desahuciadas;
- que Israel abandone su pretensión de convertir a Jerusalén en la capital indivisa de su país y permita que la parte oriental sea la capital de Palestina;
- que Israel deje en manos de la Autoridad Nacional Palestina el control policial de la zona sagrada de la Explanada de las Mezquitas;
- que Israel se retire de las zonas B y C de Cisjordania y ofrezca los medios para desmantelar todos los asentamientos ilegales en esta región;
- que Israel destruya todas las murallas y torres de control;
- que Israel y Egipto levanten el bloqueo de la Franja de Gaza;
- que Israel comience a debatir la reforma de su sistema político para evitar el permanente llamado a elecciones y la consecuente atomización de los actores políticos;
- que la Autoridad Nacional Palestina, con ayuda internacional, establezca un ejército que monopolice el uso de la fuerza legítima en Cisjordania, Jerusalén Este y la Franja de Gaza;
- que se realicen elecciones libres y transparentes en toda Palestina;
- que la Corte Penal Internacional avance en la investigación de crímenes de guerra del pasado y del presente, y realice a un juicio justo a todos los acusados;
- que el sistema educativo y los medios de comunicación dejen de utilizar la religión como un medio ideológico para justificar el control de un territorio y el uso de la violencia;
- que se enseñe que judíos y musulmanes vivieron juntos y en armonía gran parte de su historia y que ambas son religiones cuyos principios son hoy deformados por ideologías nacionalistas y fundamentalistas;
- que todos los países formen un fondo común transparente para invertir, no solo en ayuda humanitaria, sino especialmente en infraestructura, salud y educación, que permita sentar las bases para el desarrollo económico de Palestina.
Por supuesto, la lista podría seguir, pero creemos que con esto ya sería suficiente para calmar las agresiones y evitar que sigan muriendo civiles inocentes.
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