*Por Pablo Jaruf.
Los recientes acontecimientos sucedidos en Afganistán han vuelto a poner en primer plano la cuestión de la sharía o ley islámica. El retorno de los talibanes a Kabul ha despertado el temor de aquellos que no quieren repetir la misma experiencia que vivieron bajo el Emirato Islámico, impuesto por esta agrupación entre 1996 y 2001. Mientras tanto, como ya estamos acostumbrados, desde los medios occidentales se han multiplicado las críticas, sosteniendo que esta ley no permite la libertad de las mujeres, por lo que de paso aprovecharon para oponerse a la situación de Irán o de otros países musulmanes. De esta manera, a través de un planteo reduccionista que toma la parte (una pequeña parte) como sinónimo del todo, meten al conjunto de musulmanes en una misma bolsa, ofendiendo así a 1 500 000 000 de personas, es decir, a casi una quinta parte de la población mundial.
Ante todo, es importante tener presente que sharía significa "senda, vía, camino", refiriendo con esto a la forma correcta de ser musulmán, es decir, al conjunto de normas y valores que debe respetar una persona para practicar el islam. Desde este punto de vista, la sharía puede ser considerada un equivalente de la halajá entre los judíos y, también desde un enfoque filosófico, del dao/tao entre las religiones de Asia oriental. Por lo tanto, todos los musulmanes del mundo practican o intentan practicar la sharía, pues esa es la forma en cómo se reconocen y se sienten verdaderos musulmanes, ya sean hombres o mujeres.
Ahora bien, desde el comienzo del islam, debido a su rápida expansión y su permanente contacto con otras religiones, varios estudiosos intentaron sistematizar estas normas, dando lugar a distintas escuelas. Es importante tener presente que, también desde su comienzo, el islam se dividió en distintas ramas, por lo que no todos reconocen o aceptan las mismas normas y valores. La rama mayoritaria del islam, el sunismo, ha dado lugar a cuatro escuelas principales, la hanafí, la malikí, la shafi'ì y la hanbalí, a la que se suman una enorme cantidad de sub-escuelas y corrientes. Todas ellas reconocen distintas fuentes, las cuales a su vez interpretan de diversa manera.
Una fuente común es el Corán, es decir, la palabra de Allah. Otra fuente común es la Sunna o la Tradición, conjunto de dichos y hechos del Profeta, conocidos como hadices, recogidos y puestos por escrito en distintas épocas, donde en realidad se encuentra gran parte de lo que después termina formando parte de la llamada ley islámica. A pesar de lo anterior, no todos reconocen los mismos hadices ni los interpretan de la misma manera. Por ejemplo, hay quienes distinguen los que tienen valor universal de aquellos que se ajustan al contexto donde fueron planteados, debate que justamente se centra en aquellos relativos a la familia y el rol de la mujer. A estas fuentes se suman dos más, la ijta, es decir, el "consenso" al que puede llegar un grupo de jurisconsultos, lo que sienta un precedente para casos posteriores, y el qiyas o "razonamiento analógico", donde por medio de la razón, alguien puede aplicar una norma anterior a un nuevo hecho sin precedentes.
Las cuatro escuelas mencionadas no interpretan estas fuentes de la misma manera, lo que en la práctica otorga una enorme variedad al ejercicio de la ley islámica. A esto hay que sumar el lugar que ocupa el itjihad o "razonamiento independiente", donde alguien prestigioso versado en jurisprudencia cuenta con la capacidad de emitir fetuas, cuya aplicación, claro está, no depende de él sino de la voluntad de los poderes políticos de turno. A más de uno puede llamar la atención, pero en el islam las mujeres también pueden ser juristas, como de hecho sucede en varios países donde se aplica la ley islámica, como sucede en Irán o Malasia. Por supuesto, su lugar es muy minoritario en relación a los varones, pero lo mismo sucede en países occidentales y no islámicos.
Como dijimos en el párrafo anterior, la aplicación efectiva de la ley islámica no está a cargo de los juristas sino del poder político. Por esta razón, si bien existen muchos países con población musulmana mayoritaria, solo en unos rige la ley islámica, la cual por cierto no abarca todos los aspectos de la vida. Esto último sucede en muy pocos países, como por ejemplo Arabia Saudita. En estos casos suelen predominar las interpretaciones más conservadoras de las fuentes antes mencionadas, todas ellas derivadas de la escuela hanbalí, creada por Ahmad ibn Hanbal en el siglo IX a.C. Sus argumentos fueron retomados y radicalizados en el siglo XIV por Ibn Taymiyya, pero sus puntos de vista extremos fueron rechazados por los ulemas de la época.
La escuela hanbalí fue retomada también en el siglo XVIII por Muhammad ibn 'Abd al-Wahhab, cuyos planteos, debido a su alianza con la familia de los Saud en la península arábiga, terminaron por convertirse en la ideología oficial del reino, siendo conocida desde entonces como wahabismo o salafismo. Como tal, fue una interpretación conservadora que siempre ocupó un lugar marginal en el islam, hasta que Arabia Saudita, gracias al petróleo, se convirtió en una potencia económica a nivel mundial, lo que llevó a promover su visión del mundo entre los musulmanes descontentos de distintos países, ya sea por la ocupación colonial o por los gobiernos nacionalistas autoritarios. Gracias a su amparo -como al de otras petromonarquías- se establecieron distintos partidos y agrupaciones armadas islamistas, las cuales buscaban derrocar los poderes de turno e imponer su ideología sobre el resto de los musulmanes.
Los talibanes, en su origen, formaban parte de una corriente islamista que seguía las enseñanzas deobandi -establecidas en el siglo XIX en India, pero con una fuerte presencia en el norte de Pakistán durante el siglo XX-, las cuales retomaban la escuela hanafí, más moderada. Allí se formaron la mayoría de los muyahidines que lucharon contra la ocupación soviética durante la Guerra de Afganistán y se establecieron en el país a partir de 1992. Pero en aquel enfrentamiento también habían intervenido agrupaciones saudíes, como Al Qaeda, quienes enarbolaban un fuerte wahabismo y llamaban a la guerra santa internacional. Es en este contexto, en 1994, que se fundan los talibanes, cuando ninguna de las facciones de muyahidines lograba hacer pie en el complejo Afganistán de posguerra. Rápidamente tomaron Kabul y establecieron un Emirato Islámico que se mantuvo en pie hasta la intervención norteamericana. Durante su gobierno, aplicaron un visión ultraconservadora de la ley islámica, prohibiendo casi todos los derechos de las mujeres, como es de público conocimiento.
No obstante, es importante saber que las demás agrupaciones de muyahidines también seguían la ley islámica y que incluso el nuevo gobierno establecido por EE. UU. seguía siendo islamista, como queda bien claro en su nombre: República Islámica de Afganistán. Por supuesto, a partir de entonces la situación de las mujeres mejoró sensiblemente, pero no porque se haya eliminado la ley islámica, sino porque comenzó a aplicarse una interpretación más moderada de la misma. Aquellas mujeres que hoy protestan o escapan de los talibanes y del restablecimiento del Emirato Islámico, no se oponen a la ley islámica, sino a la visión ultraconservadora que los talibanes representan.
En síntesis, es importante saber, por un lado, que todos los musulmanes del mundo, sean hombres o mujeres, practican la sharía, y, por otro lado, que la misma ha sido codificada en función de un conjunto de fuentes diversas que han sido interpretadas de distinta manera, lo que se refleja en la existencia de distintas escuelas, la mayoría moderadas y unas pocas conservadoras. Dentro de estas últimas, contamos con versiones radicalizadas, como por ejemplo la de los talibanes, que se convirtió en ley, es decir, se aplicó sobre la población de un país, solo entre 1996 y 2001, lo que duró el Emirato Islámico. Lo que resta saber es si los talibanes tienen pensado volver a aplicar esa visión extremista o quizás recurran a una visión más moderada. Lo importante a tener en cuenta es que las personas que más sufren y se oponen a esta política son los propios musulmanes de Afganistán, quienes no por eso piensan renunciar a la sharía o a la ley islámica, que es lo que forma parte de su identidad.
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