Desde el pasado jueves está presente en la cartelera de la cadena Cinemark Hoyts uno de los clásicos del reconocido Studio Ghibli y dirigido por el célebre Hayao Miyazaki, el film Mononoke Hime (1997), más conocido en Occidente como la Princesa Mononoke. En estas circunstancias y aprovechando la ocasión desde Asia Good News, queremos ofrecerle al lector algunos aspectos que subyacen en la historia de Hayao Miyazaki para poder contemplar esos detalles.
Para comenzar, observamos que el título se presta a confusión, debido a que suele considerarse que Mononoke es el nombre de la protagonista, San. Al respecto el artículo de la página Japón Secreto nos ilustra respecto al término Mononoke que, incluido en la novela La Historia de Genji (Genji Monogatari), que data del periodo Heian, refiere a “los espíritus de los muertos que se levantan y habitan para controlar los cuerpos de las mujeres vivas” una definición que cuadra perfectamente con los acontecimientos del film. Por lo tanto, la película debió ser traducida como La princesa de los espíritus vengadores.
De todas maneras, es un daño pequeño si consideramos lo que podría haber sufrido esta película según el testimonio de un ex ejecutivo de Ghibli, Steve Alpert, amenazado por el productor cinematográfico Harvey Weinstein para recortar 45 minutos del film para su estreno en los cines estadounidenses. Unas prácticas que durante muchos años fueron moneda corriente respecto a la industria de animación japonesa bajo la premisa de adaptarlos al gusto occidental. No obstante, Ghibli había firmado un acuerdo con Disney para mantener el control de sus películas, evitando, por fortuna, que su contenido fuera cercenado. El envío de una katana a Weinsteincon el contundente mensaje “Sin cortes” reforzó esa postura.
Adentrándonos en la película, somos testigos rápidamente de escenas de acción y peligro al ser atacada la aldea del protagonista, el príncipe Ashitaka de la tribu emishi, como se denomina a los habitantes del noroeste de Honshu, la isla principal del archipiélago nipón. En este sentido es importante saber que varias de esas tribus en el pasado resistieron el avance imperial e inclusive se les adjudica una ascendencia ainu, que poseen leyendas de tipo animista con una cosmovisión, que como bien explica la autora Yolanda Muñoz González se basa en la existencia de una liminalidad difusa entre el mundo de los espíritus (Kamui Moshir) y el de las personas (Ainu Moshir).
Así como en la realidad los ainus sufrieron el embate de la imposición de las reformas Meiji con la consecuente occidentalización del territorio japonés y la progresiva pérdida de la naturaleza que adoraban, la aldea de Ashitaka es atacada por un tatarigami (dioses o espíritus que traen calamidades) presentes en el sintoísmo, sistema de creencias autóctono. En este caso afectando a un jabalí llamado Nago quien transmite la maldición a nuestro héroe. Nótese que es una bala la que desencadena el odio del personaje contaminándolo y llevándolo, a la postre, a su destrucción.
Luego de que la anciana líder de su tribu le aconseje emprender un viaje al oeste, que recuerda a la aventura del monje budista Xuanzang en el famoso relato chino que ha inspirado a numerosos animes como Dragon Ball. Antes de su partida, su hermana le entrega un amuleto que será importante en el desarrollo posterior de la obra cuando lo entregue a la princesa Mononoke. Muñoz González postula que los amuletos sirven como ofrenda para propiciar la buena voluntad hacia los hombres y devolver a la naturaleza lo que se tomó de ella. De esta manera se explica que San pese a odiar a la gente y querer matarlos está interesada y preocupada por Ashitaka, dejando de lado la máscara que ocultaba su rostro humano.
En su periplo Ashitaka debe plantar cara a unos belicosos samuráis hostiles a los foráneos, en este caso un emishi, mostrando en esta pequeña escaramuza el conflicto entre los daimyos y ainus en la historia del Japón. De hecho, a lo largo del film vemos reflejada en aspectos sutiles como este el derrotero histórico de la nación. En esta misma sintonía aparece un sacerdote interesado en el oro.
El príncipe se topa con diversos Kodamas, espíritus (kamuis) de los árboles, que habitan en los bosques. Si bien al él no le generan ningún temor, al habitante de la Ciudad de Hierro que rescata en su camino si le asusta su presencia. Respecto a este emplazamiento, que es un fuerte y una fundición, se observa un predominio de humo, una analogía a los nuevos tiempos y al industrialismo que adoptará el país.
Al adentrarnos al interior de la ciudad vemos como esta está regida por una mujer, Lady Eboshi, decidida y férrea en su objetivo de fabricar armas de fuego para matar a samuráis y a lo que ella denomina monstruos, los kamui. Si bien se destaca el carácter belicoso de esta mujer vemos matizado ese aspecto en su decisión de cobijar mujeres en el fuerte que muestran una libertad e independencia considerables para la época, lo mismo sucede con los leprosos a quienes les brinda contención. En relación a esta característica, autores como Brett Walker destacan que en la época imperial miles de jóvenes fueron reclutadas como obreras fabriles.
Empero, esta faceta contrasta con su intención de matar a los monos que plantan árboles durante las noches al igual que a los lobos y a la niña que los acompaña. La frase de Ashitaka de que ambas mujeres tienen un demonio dentro, nos recuerda la dualidad inherente al ser humano y los matices presentes en cada uno de nosotros.
Por estas circunstancias, el joven queda involucrado en el conflicto entre Eboshi y San, salvando a esta última sacándola del fuerte para que no sea asesinada y recibiendo un disparo en el intento. La niña lo traslada a una isla en el bosque, quizás una referencia al Japón primigenio, con devoción a las fuerzas de la naturaleza, en un pasado añorado por el autor. Es en esta isla donde lo cura el dios Ciervo.
En paralelo se nos muestran combates entre Eboshi y los suyos contra los samuráis a la vez que ambos desatan también su violencia contra los espíritus lobos, jabalíes y monos. Lady Eboshi desea proveer de estas armas al Mikado, término con el que se designaba antiguamente al emperador, sucesos estos de la época de la Restauración Meiji donde dentro del marco de las reformas económicas y sociales quedaron abolidos los dominios feudales y las prerrogativas de los samuráis. También se vislumbra la relación de la líder del fuerte en el protagonismo que tuvieron las mujeres en este periodo generando un movimiento que pugnaba por los derechos femeninos intentando sobreponerse al refuerzo de la política conservadora de la segunda etapa de las reformas tras ciertas aperturas ocurridas al comienzo de la misma. No es casual que el director aborde este tema siendo que suele incluir heroínas en la mayoría de sus producciones.
Otro aspecto a considerar es que para sustentar este crecimiento en la producción y la instauración de la industria pesada quien aportó el capital para financiarlo fue el propio pueblo que padeció aumentos en los impuestos lo que conllevó una situación de miseria.
Nuevamente Walker nos aporta datos reveladores presentes en Mononoke Hime, como el programa de exterminio del jabalí durante el Shogunato Tokugawa. También el caso del lobo (okami), antes venerado como deidad sintoísta y que durante Meiji fue tachado de animal dañino, donde asesores norteamericanos contribuyeron a erradicarlo, pese a que se instauró el sintoismo como religión oficial, separándolo del budismo, originario de India, por motivos nacionalistas. La joven San fue abandonada por su familia para huir de los lobos y criada por estos.
Otros temas que giran en torno a esta obra y que se verán más explícitamente en el final es la cuestión de la contaminación y el daño provocado por la avaricia y el odio. Si bien se manifiestan sutilmente en toda la película como las imágenes del agua barriendo con la contaminación que lleva en la herida de su brazo el príncipe.
En suma, se puede apreciar en cada escenario como cada uno está dispuesto a matar o erradicar al otro de acuerdo a sus intereses. Hasta aquí el análisis para no incurrir en los spoilers. No obstante, recomendamos a quien no la haya visto prestar atención a los distintos aspectos que subyacen en esta obra, donde distintas tradiciones, periodos y aspectos tanto políticos, sociales y culturales se entremezclan con la nostalgia por un pasado añorado con la mirada crítica y pesimista del presente de parte de Miyazaki, todo condensado en una historia que nos mantiene atentos a la pantalla en todo momento.
Obras consultadas:
Muñoz González, Yolanda (1998). Ainu Moshir y Kamui Moshir. La cosmovisión religiosa del pueblo ainu. México.
Walker, Brett L. (2017[2015]). Historia de Japón. Madrid.
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