Holy Spider: entre la denuncia social y el refuerzo de un estereotipo

*Por Nadia Estoup

Holy Spider (Dinamarca-Alemania-Suecia-Francia/2022). Dirección: Ali Abbasi. Elenco: Zar Amir-Ebrahimi, Mehdi Bajestani, Arash Ashtiani y Forouzan Jamshidnejad. Duración: 117 minutos. Distribuidora: Zeta Films en colaboración con MUBI. Apta para mayores de 16 años. 

Ali Abbasi es un director iraní, nacionalizado danés que tomó un caso real sucedido en su país para realizar este thriller. El film, que es una coproducción europeo-asiática, fue seleccionada por Dinamarca como aspirante a la terna de Mejor Película Internacional en los Oscar, pero finalmente no formó parte de la lista. Sin embargo, su protagonista, la actriz iraní Zar Amir Ebrahimi recibió el premio a Mejor Actriz en el Festival de Cannes. Los hechos reales del film sucedieron entre el 2000 y el 2001 en la ciudad santa de Masshad (Irán) la segunda ciudad más poblada del país. Es importante recordar que el chiismo es una de las principales ramas del islam y de ella se desprende el chiismo duocecimano. La ciudad santa de Masshad es tal porque se encuentra en ella el santuario del Imán Reza, el octavo imán de los chiíes duocecimanos, lugar de peregrinación que recibe anualmente alrededor de 30 millones de chiitas entre locales y extranjeros.

La película es la reconstrucción de la historia de un asesino, Saeed Hanaei (Mehdi Bajestani). Este ejemplar padre de familia es un trabajador de la construcción y veterano de la guerra de Irak, en su cruzada por limpiar la ciudad santa de las impurezas asesina mediante el mismo modus operandi a 16 mujeres que ejercen la prostitución. Hasta allí los hechos reales. Parte de la ficción es la historia de la joven periodista Rahimi (Zar Amir Ebrahimi) que se dirige a Masshad para formar parte de la investigación policial mientras ella misma es víctima del acoso constante que sufren las mujeres allí, como en cualquier lugar parte del mundo, en donde las esferas del poder están conformadas mayormente por hombres. La resolución del caso se aproxima más al género policial/detectivesco que a la denuncia de la situación de las mujeres en Irán. Esto no quiere decir que la película no tenga un valor por sí misma, por el contrario, es muy confrontativa. De hecho, hacer esta película le costó a su director la prohibición de regresar a su país, simplemente por contar una historia real sucedida hace más de 20 años, por reiterar y recordarnos la violencia que se ejerce contra las mujeres en sociedades totalmente radicalizadas.

Si esta película se vuelve por momentos muy difícil de ver es, justamente, por la crudeza con la que se narra la violencia y la injusticia cometida allí contra las mujeres. Sin embargo, la narrativa en torno al asesino “justiciero” y a la sociedad, los vecinos y la familia, dejan filtrar el estereotipo occidental acerca de que todos los musulmanes son fanáticos religiosos. Es decir, la película oscila entre la denuncia social específica, la violencia que sufren las mujeres en un país islámico radicalizado y una mirada general sobre el seguidor del islam, una mirada que no hace advertencia sobre las grandes diferencias que existen en la segunda religión con más fieles del mundo. Esta tensión que surge entre lo particular y lo general, reaviva y refuerza los estereotipos y los tópicos que convierten a las regiones de Asia desde la mirada occidental y cristiana en el Otro. Es por esto que esta película hace surgir la siguiente ambivalencia: ¿Es realmente una denuncia social de la violencia contra las mujeres o es una pintada a grandes trazos sobre los musulmanes que no hace más que reforzar estereotipos de Occidente? Las y los invitamos a verla para sacar sus propias conclusiones.

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