Una mirada sobre el genocidio camboyano: crítica de la película "First They Killed My Father" (2017)
*Por Pablo Jaruf.
En 2017 se estrenó en Netflix una película dirigida por Angelina Jolie llamada First They Killed My Father, la cual se tradujo al español como Se lo llevaron: recuerdos de una niña de Camboya, aunque también circula en su versión literal Primero mataron a mi padre. La cinta se basa en una novela publicada en el 2000 escrita por Loung Ung donde la autora narra su propia infancia en Camboya durante el régimen de los Jemeres Rojos, comenzando en 1975, cuando ella tenía tan solo cinco años, hasta 1979, cuando cumplió nueve. Loung Ung es una importante activista por los Derechos Humanos, cuya campaña contra las minas fue reconocida en 1997 con el Premio Nobel de la Paz.
La película fue filmada de manera íntegra en Camboya, con actores nativos y hablada en jemer, lo que le otorga calidad y seriedad. Durante los primeros minutos observamos pequeños fragmentos de videos y de entrevistas gracias a los cuales el espectador conoce de forma sintética el contexto histórico que llevó a los Jemeres Rojos al poder. La atención está puesta en la enorme cantidad de bombardeos que los estadounidenses realizaron durante la Guerra de Vietnam sobre suelo camboyano para obstruir la Ruta Ho Chi Minh, camino irregular que conectaba Vietnam del Norte con Vietnam del Sur y que atravesaba Laos y Camboya. Estas bombas destruyeron casas y aldeas, y asesinaron a miles de jemeres, lo que provocó que mucha población campesina pasara a apoyar las fuerzas guerrilleras del Partido Comunista de Kampuchea, conocido coloquialmente como Jemeres Rojos, quienes se oponían al gobierno de Pol Not, aliado de los EE. UU.
Resulta que desde la división de Vietnam en la Conferencia de Ginebra en 1954, la situación de los países del Sudeste Asiático que recién se habían independizado de Francia era muy inestable, pues en cada uno de ellos habían surgido grupos insurgentes guerrilleros que se oponían a los nuevos gobiernos y buscaban impulsar una revolución comunista. Tanto en Laos como en Vietnam del Sur, los principales movimientos eran aliados de Vietnam del Norte, liderado por el carismático Ho Chi Minh. Pero en Camboya, quienes impulsaban esta revolución eran anti-vietnamitas, pues consideraban que estos últimos eran una raza inferior que les había arrebatado parte de su territorio (en concreto, el delta del Mekong). Otra diferencia es que, mientras que los vietnamitas y sus aliados estaban alineados al bloque socialista liderado por la URSS, los comunistas camboyanos se aliaron con la línea maoísta de la República Popular China, impulsado por tanto un Gran Salto Adelante y una Revolución Cultural.
El gobierno de Pol Not en Camboya se fue debilitando progresivamente a medida que EE. UU. perdía la guerra en Vietnam. En 1975 los Jemeres Rojos controlaban prácticamente todo el campo, lo que les permitió entonces lanzar su ataque final sobre las ciudades, ocupando Pnom Penh, la capital del país. La película comienza justamente en este momento, cuando nos queda claro que el padre de la familia de la protagonista era funcionario del gobierno, lo que lo volvía blanco directo de los revolucionarios, cuya orden era ejecutar a todas las personas vinculadas con Pol Not. A continuación, comienza la evacuación de la ciudad, medida radical que tenía como objetivo anular la oposición campo-ciudad y con esto eliminar la sociedad de clases, lo que venía acompañado de la abolición de la moneda y de la propiedad privada. La primera parte de la película se centra en las largas caminatas donde la familia se dirige al campo donde, a medida que ocultaba la identidad del padre, se iban despojando de todos sus bienes hasta llegar a una comuna rural.
Todas estas situaciones las vemos desde el punto de vista de la protagonista, para lo cual la directora recurre a dos estrategias: filmar desde la altura de la niña y apelar a cuadros muy cercanos, centrados en los rostros de las personas. De esta manera, logra dar cuenta de ese contacto familiar que poco a poco se va ir perdiendo, a medida que avanza el trabajo en las comunas, donde todos son separados y algunos comienzan a desaparecer. El momento más duro de la película es justamente el abrazo de despedida entre padre e hija, filmado de tal manera que uno siente el calor y la fuerza de esa partida. A lo anterior se suma otra estrategia, pues no solo vemos todo a partir de los ojos de la niña, sino que también conocemos lo que piensa o imagina, a veces incorporando elementos alegres, pero otras tristes y desesperanzadores.
La ejecución de civiles y militares vinculados a Pol Not, así como las muertes ocasionadas por la expulsión de las ciudades y las extenuantes marchas, fueron solo los primeros pasos de lo que iba a terminar siendo un genocidio. En el campo, las largas jornadas de trabajo pesado en condiciones alimentarias y sanitarias precarias provocaron también miles de muertes, a lo que se sumó la represión de cualquier muestra de oposición. Uno de los grupos que más resistieron fueron los cham musulmanes, sobre todo a partir de la abolición de la religión, situación que no aparece en la película, que si se focaliza en los monjes budistas, quienes eran obligados a trabajar hasta la muerte. A todo lo anterior se suma el exterminio de las minorías étnicas, particularmente de los vietnamitas. En 1979, cuando el régimen cae, ya habían muerto y desaparecido entre un millón y medio y tres millones de personas, descendiendo la población del país en un cuarto. En una nota posterior profundizaremos sobre la historia posterior de Camboya y los juicios por el genocidio.
A diferencia de otras películas dedicadas a genocidios, esta cinta nos ahorra el sadismo y los golpes bajos, reduciendo al mínimo la cantidad de muertes que vemos en pantalla. Esto último cambia hacia el final, donde los decesos se multiplican, anunciando así el desenlace, que se dará con la intervención vietnamita y la huida de los Jemeres Rojos. Una escena con alto contenido simbólico es, sin duda, cuando las personas de un campamento escapan despavoridas ante los bombardeos y penetran en un campo repleto de minas, las mismas que ellos habían colocado semanas atrás. La metáfora, quizás no tan sutil, es que, al fin y al cabo, los Jemeres Rojos cavaron ellos mismos sus propias tumbas, siendo derrotados por sus propias armas. Claro está, en esta tragedia perdieron la vida millones de personas, culpa que solo uno de los condenados aceptó, Kaing Kech leu (alias Duch) mientras los demás aguardan todavía en silencio su muerte en prisión.
En definitiva, creemos que tanto Angelina Jolie como Loung Ung, quien también participó en el guion, logran transmitir de manera exitosa la visión y la sensación de una niña, como de otras tantas, que le tocó sufrir los peores cuatro años de la historia camboyana y sobrevivir para contarlo. Se trata de una película altamente recomendable para quien no conoce lo que fue el genocidio camboyano y adentrarse en uno de sus aspectos más dolorosos: la división de las familias.
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