*Por Pablo Jaruf.
Hace tiempo que se viene hablando en los medios sobre el posible estallido de una guerra en el Mar de China. La República Popular parece decidida a ocupar militarmente la isla de Taiwán, acción que la gran mayoría de los taiwaneses rechaza, lo que sin dudas despertaría una enorme resistencia y daría lugar a una dramática situación. Aún más, debido al Acta de Relaciones entre EE. UU. y Taiwán, firmada en 1979, los estadounidenses están obligado a defender la isla de cualquier ataque, por lo que una acción de la República Popular implicaría una guerra abierta entre Beijing y Washington, enfrentamiento que sumiría a todo el mundo en una crisis quizás sin parangón en la historia.
Ahora bien ¿por qué la República Popular quiere ocupar Taiwán? Según el Partido Comunista Chino, en realidad, lo que se busca es recuperar la isla para volver a reunificar el país. Resulta que tras el final de la Guerra Civil en 1949, los nacionalistas, cuyo partido era el Kuomintang, fueron vencidos por los comunistas, razón por la cual decidieron huir y refugiarse en Taiwán, una isla ubicada aproximadamente a 150 km de la costa sureste de China continental. Taiwán había formado parte del imperio chino, pero siempre de forma marginal y superficial. Recién en 1683 había sido conquistada de manera directa por la última dinastía, pero tras la derrota en la Guerra Sino-Japonesa de 1894-1895, fue cedida a Japón, país que la gobernó hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945, cuando pasó a formar parte de la República de China. Sin embargo, como dijimos, esta integración duró solo cuatro breves años, pues en 1949 los líderes del Kuomintang y alrededor de dos millones de personas huyeron a la isla, continuando la República fundada en 1911, la cual pretendían representaba la verdadera China en contraste con la nueva República Popular establecida por los comunistas. Desde entonces han existido dos "Chinas": la República de China, en la isla de Taiwán, y la República Popular China, en el continente. Esta situación anormal, que en su momento era considerada como temporal, ya ha persistido por más de setenta años y no parece tener una resolución pacífica.
A pesar del fuerte discurso nacionalista enarbolado ahora por el Partido Comunista, la gran mayoría de los taiwaneses rechazan fuertemente su posible incorporación a la República Popular. Las razones son varias, no solamente el profundo anti-comunismo que siempre ha imperado en la isla, sino también el hecho de que las nuevas generaciones, a diferencia de sus padres y abuelos, ya no se sienten totalmente chinos y reclaman que, de una vez por todas, Taiwán se constituya en un país independiente. Una serie de estadísticas realizadas entre 2019 y 2021 indican que solo el 3 % de la población del país se siente china (muy por debajo del 26 % en 1992), mientras que la gran mayoría -53 %- se identifica como china y taiwanesa, a la vez que una parte considerable -27 %- se define solamente como taiwanesa. Gran parte de estas identidades se definen en función de la política, pues quienes se sienten ante todo taiwaneses anteponen la defensa de los Derechos Humanos, de la democracia y de la libertad de expresión, valores que, aducen, el Partido Comunista no respeta.
Llamativamente, los valores que ocupan un rol central en la identidad taiwanesa son muy recientes en la historia de la isla pues, hasta comienzos de la década de los noventa, el Kuomintang había gobernado de manera dictatorial, por medio de la ley marcial y sin permitir la existencia de otros partidos políticos. Si a esto sumamos que antes Taiwán había formado parte del Imperio Japonés y antes de la Dinastía Qing, podemos concluir entonces que la democracia y la libertad recién apenas cumplen tres décadas en la isla. Sin dudas, el fuerte arraigo de estos ideales se debe a una contraposición frente al Partido Comunista, cuyas fuertes medidas de control amenazan con modificar el actual estilo de vida taiwanés. Es posible, por lo tanto, que si el sistema de gobierno cambiara en el continente, entonces las identidades de Taiwán también se redefinirían, aunque lo anterior es muy poco probable.
Además del factor político, otro rasgo que condiciona estas percepciones es la propia historia y la demografía de la isla. Si bien la gran mayoría de la población es de procedencia china, los de etnia han solo forman una minoría. El grueso está constituido por min del sur u hoklo, cuya lengua es la oficial de Taiwán, y por hakka, poblaciones originarias del sudeste de la China continental. A esto hay que sumar la población nativa, la cual está formada por distintos grupos, y un pequeño porcentaje de japoneses. Las interrelaciones entre estas distintas poblaciones siempre ha sido muy intenso, por lo que no es sencillo establecer diferencias claramente delimitadas. A su vez, la relación con los han, y particularmente con quienes huyeron junto al Kuomintang, no ha sido particularmente buena, pues estos últimos, como dijimos, impusieron una dictadura que se mantuvo hasta comienzos de los noventa. El partido que los sucedió en el poder, gracias a la apertura democrática, el Partido Progresista Democrático (PPD), se caracteriza por tener una visión más integracionista de las distintas poblaciones de la isla, destacando esta variedad como una característica propia que los distingue de sus pares continentales.
Desde el año 2000 en adelante se ha coqueteado con impulsar la independencia definitiva, intentando cambiar incluso el nombre del país, de República de China a Taiwán. También se procedió a realizar actos simbólicos, como cambiar el nombre del monumento a Chiang Kai-shek (histórico líder del Partido Nacionalista) por el de Sala Conmemorativa de la Democracia. Pero en 2008 el Kuomintang recuperó el poder, retrocediendo en varias de las medidas tomadas. Evidentemente, muchos sectores no aprobaban esta dirección, pues además de provocar un posible ataque por parte de la República Popular, implicaba también renunciar de manera definitiva a reunificar ambas "Chinas". No obstante, desde 2016, el PPD ha vuelto a gobernar y gracias al liderazgo carismático de Tsai Ing-wen, impulsan nuevamente la reafirmación de Taiwán como un país independiente, lo que condujo a la escalada de tensiones que vemos los últimos meses en los medios de comunicación.
¿Qué sucederá? ¿Realmente la República Popular procederá a hacer realidad sus amenazas? ¿O se trata simplemente de una provocación hacia los estadounidenses? ¿Los taiwaneses finalmente concretarán su independencia definitiva? Difícil saberlo. Lo cierto es que, si una parte importante de los taiwaneses no se sienten chinos, mientras que la gran mayoría rechaza al Partido Comunista, entonces es seguro que una operación militar despertaría una fuerte resistencia y una crisis inmediata, donde la población civil sería la principal afectada. Esperamos que la solución sea pacífica y que se respeten los deseos e intereses de los habitantes de la isla.
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