*Por Patricia Castignoli, Paula Escobar, Luciana Felice, Nadia Estoup y Noelia Maza Garino.
Desde la toma del poder en Afganistán por parte de los talibanes el pasado 14 de agosto, han circulado a través de redes como Instagram, Twitter y Facebook imágenes que nos muestran los peores escenarios para la población local. Sin embargo, notamos que estas publicaciones hacen foco mayoritariamente en las mujeres. Por este motivo y para poner en tensión este complejo contexto, desde dos comisiones de Historia de Asia del Profesorado "Dr. Joaquín V. González" organizamos una clase abierta donde invitamos a la comunidad educativa el pasado lunes 23 de agosto.
Una de las primeras conclusiones que pudimos extraer fue que existe una crisis en el acceso a la educación para las mujeres y las niñas, sobre todo en los países con poblaciones mayoritariamente islámicas. Esta dificultad de acceso educativo ha profundizado la brecha de género, y si bien podemos afirmar que hubo progresos, todavía se está lejos de la igualdad. En el caso de Afganistán existen factores que agravan la situación, como la combinación de un bajo desarrollo económico con valores patriarcales muy arraigados en la sociedad. Las desigualdades entre el campo y la ciudad también repercuten en el acceso y la finalización de la educación de las niñas musulmanas, ya que en las áreas rurales esos valores patriarcales están aún más arraigados. Además, si a esta situación sumamos la influencia de los conflictos armados, que generan desplazamientos de millones de personas, tenemos ante nuestros ojos un contexto extremadamente problemático que explicaría la gran dificultad que presentan las mujeres y niñas para acceder a una educación completa y de calidad. De esta manera, los conflictos agravan la desigualdad de género porque debilitan los entornos de protección de las niñas; al mismo tiempo, los niveles de pobreza de la región impulsan a las familias a que opten por el trabajo o matrimonio infantil.
A pesar de este panorama, no debemos considerar a las mujeres musulmanas como seres pasivos, ellas desempeñan un rol central en la lucha por los derechos y la igualdad de oportunidades para seguir achicando la brecha de género en el acceso a la educación. Esto claramente podemos verlo en la lucha de Malala, la niña pakistaní que arriesgó su vida para defender el derecho de la educación cuando los talibanes se apoderaron de su zona.
Otra sección de la clase abierta estuvo dedicada a los códigos de vestimenta dentro del mundo musulmán en general, y en Afganistán en particular. En primer lugar cabe resaltar que el uso de los velos, entre los cuales existen varios tipos (por ejemplo: el chador iraní, el burka afgano, el hijab, entre otros), se remite al Corán, en el cual se ordena una vestimenta modesta y recatada tanto en mujeres como hombres. Si bien las Sagradas Escrituras no mencionan la utilización exclusiva de un tipo de velo o la cobertura del rostro, sí es explícita en que las mujeres deben cubrir sus pechos con un velo en presencia de hombres que no sean parientes inmediatos.
En el caso del burka afgano su utilización no es exclusivamente una cuestión religiosa. Su origen es preislámico, y se trata de una pieza que fue utilizada tradicionalmente por las mujeres de la etnia pastún, una de las más numerosas de Afganistán y donde, además, encuentran sus raíces los talibanes. Por otra parte, y al respecto de su establecimiento de uso obligatorio durante el régimen talibán, podemos comprenderlo analizando que este grupo se formó en una sociedad casi completamente masculina, en un ambiente donde el dominio sobre las mujeres y su exclusión era visto como un símbolo de virilidad. Sus raíces en provincias pastunes empobrecidas, conservadoras y menos educadas del país hicieron que trasladasen esas experiencias propias, en las cuales las mujeres siempre habían utilizado el burka y no asistían a las escuelas porque éstas no existían, a todo el territorio nacional. Su decisión política, basada en una experiencia étnica, se intentó justificar con una interpretación propia del Corán. La utilización del burka continuó luego de la caída del régimen en 2001, sobre todo en las áreas rurales, donde se ubica la mayor parte de la población.
Por último, en lo que respecta al tema de la vestimenta, llegamos a la conclusión de que la utilización del velo es, o debería ser, una decisión propia, en algunas ocasiones considerada como una resistencia identitaria, un acto político o, en otras, como parte de una práctica religiosa. Cuando desde Occidente condenamos todo tipo de uso del velo, sin escuchar a sus propias portadoras, negándoles la voz por considerarlas demasiado “sometidas” o “fanáticas religiosas” para poder dar una opinión acerca de su propio estilo de vida, somos igual de opresores que quienes las obligan a portar el velo.
Como mencionamos anteriormente, las mujeres afganas no son sujetos pasivos, muchas de ellas luchan activamente para conseguir la igualdad de las mujeres en el país. Un ejemplo de esta lucha se encuentra en la organización de mujeres RAWA (Revolutionary Association of the Women in Afghanistan / Asociación Revolucionaria de las Mujeres de Afganistán). RAWA fue fundada en 1977, en Kabul, por Meena Keshwar Kamal a sus 21 años. Meena dedicó su vida a la educación de mujeres, a la construcción de escuelas, hospitales y centros de refugiados, y a la lucha contra los fundamentalistas religiosos y los gobiernos de Afganistán. Lamentablemente fue perseguida políticamente y asesinada el 4 de febrero de 1987. Sin embargo, RAWA siguió con la tradición legada por su fundadora y persiguió sus objetivos originales y principales: aumentar la inclusión de las mujeres en actividades políticas y sociales orientadas a la obtención de derechos humanos; y contribuir en la lucha por establecer un gobierno basado en valores democráticos y seculares en Afganistán. Actualmente, RAWA continúa su misión de educar mujeres, no sólo en Inglés sino también en computación, ya que consideran esencial el Internet como medio para informarse y transmitir su mensaje al mundo. Además, permanecen activas en su apoyo a los niños y mujeres refugiados en Pakistán, en las construcciones de espacios de salud y educación, y en sus publicaciones online (en www.rawa.org). El 21 de agosto publicaron una respuesta ante el golpe talibán, en donde atribuían la huida de EE. UU. por motivos de debilidad interna y no por haber sido derrotado por los talibanes; a su vez, expresaban su desconfianza ante la declaración de los talibanes de que "respetarían los derechos de las mujeres mientras cumplan con la ley islámica", debido a que sospechan de que es una fachada mientras ganan credibilidad internacional y se reorganizan en el poder. RAWA declara que seguirán peleando por la obtención de derechos humanos para las mujeres, ya que ni EE. UU. ni nadie se los pueden donar, ellas los ganarán en su resistencia y por su lucha.
Para concluir nuestras reflexiones sobre la mujer musulmana y la situación en Afganistán, seleccionamos el poema “Yo soy la otra” de la activista y feminista musulmana de origen español Tahiri Simouh, ya que creemos que es una fuente valiosa para poner en tensión los temas que hemos mencionado y para repensar la manera en que nos posicionamos frente a ellas. A través de este poema la autora nos muestra que las mujeres musulmanas no son seres sumisos, sin embargo, pareciera que para Occidente ha sido más fácil construir estas imágenes para así reafirmar las ideas de democracia y libertad que nos diferenciarían de Oriente. El poema nos alerta sobre estas construcciones ya que han servido como uno de los elementos que ayudó a justificar invasiones extranjeras y la intervención del gobierno afgano. En conclusión, es hora de reflexionar: ¿realmente las mujeres musulmanas son las otras?
No estoy de acuerdo. Una cosa es que no haya escuelas y otra muy diferente que tengan prohibido estudiar y trabajar. No es correcto minimizar el problema. El Islam en todas sus formas es nefasto. Sobre todo porque carece de autoridad ecuménica y solo se guian por el Corán. Si en todo el planeta se condena la discriminación y el patriarcado, no veo la necesidad de hacer whitewashing con Afghanistan.
ResponderEliminarQue suerte que tu comentario se contesta solo Mario con la islamofobia que tenes encima, Salams!
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