A ocho meses de la última guerra en Nagorno-Karabaj. ¿Cómo está la situación en el Cáucaso?

 *Por Pablo Jaruf

El 11 de noviembre de 2020 comentamos en nuestro blog la finalización del último enfrentamiento armado entre Armenia y Azerbaiyán por la región de Nagorno-Karabaj. Se trata de un territorio que formaba parte de la República Socialista de Azerbaiyán, aunque la mayor parte de su población era armenia, razón por la cual, a fines de la década de los ochenta, en el contexto de descomposición de la Unión Soviética, el parlamento local votó su anexión a la República Socialista de Armenia, decisión que los azeríes nunca reconocieron, dando inicio a la Guerra del Alto Karabaj (1988-1994). El resultado de este primer enfrentamiento fue un triunfo para Armenia, que pasó a controlar de forma militar los territorios azeríes que rodeaban la autoproclamada República de Artsaj, conocida desde 2017 como República del Alto Karabaj. Estas operaciones, como es de imaginar, implicaron expulsiones de población y de masacres, tanto de un bando como del otro, enemistando a ambos países en la transición hacia los nuevos sistemas republicanos post-soviéticos.

Tarde o temprano, el problema iba a volver estallar, lo que sucedió en septiembre del año pasado, cuando Ilham Aliyev, presidente de Azerbaiyán, reanudó las operaciones militares, logrando recuperar los territorios azeríes bajo control armenio y coartando así las pretensiones de independencia de la República del Alto Karabaj. El alto al fuego fue logrado gracias a la mediación rusa, que desde entonces desplegó ocho mil soldados en la región para controlar que se cumplan las condiciones del acuerdo. En el siguiente mapa podemos observar los territorios de Armenia en color naranja, de Azerbaiyán en color verde, de la República del Alto Karabaj en naranja oscuro y, por último, los territorios azeríes controlados por los armenios en rayado, pero que ahora, en virtud de la derrota, deben desocupar para que retornen al control de Azerbaiyán.


El gobierno azerí pretende reocupar rápidamente todo el territorio en rayado, permitiendo el regreso de aquellos de debieron huir en la década de los noventa, pero estos planes se ven limitados por la presencia de 97 mil minas ocultas en la región. Los últimos meses, el gobierno armenio estuvo entregando parte de los mapas con su localización, pero solo a cambio de soldados retenidos por Azerbaiyán, negociación que todavía no ha finalizado. Mientras tanto, se están instalando postes de electricidad, torres de alta tensión y una central eléctrica, emprendimientos que demuestran el lamentable estado que tenía esta región. Asimismo, se están proyectando carreteras e incluso un aeropuerto. En el plano geopolítico, perdurará por cinco años la presencia rusa en ambos países: por un lado, garantizarán el acceso de los armenios a Artsaj y, por otro lado, la comunicación de Azerbaiyán con el enclave azerí de Najicheván a través de Armenia.

Especialista desactivando minas personales en Füsuli, en el área que circunda Nagorno-Karabaj (Jordi Joan Baños)

Esta última guerra, que duró seis semanas, dejó un número aproximado de seis mil muertos, aunque los números exactos son muy difíciles de verificar. Del lado azerí, la cantidad de decesos rondaría entre 2300 y 2900, mientras que del armenio habría un número parecido, aunque las autoridades de Armenia plantean que se trataría en realidad del doble. Afortunadamente, la cantidad de civiles es mucho más baja de lo común en este tipo de conflictos, pero la destrucción de viviendas es significativa. Pero lo más grave es la migración de armenios, quienes huyeron de distintos puntos temiendo las represalias azeríes. Incluso Stepanakert, capital del Alto Karabaj, se ha despoblado en parte, situación que retrata el siguiente video:

En Armenia, las críticas sobre la derrota recayeron inmediatamente sobre el primer ministro Nikol Pashinyan, quien sin embargo ha ganado las elecciones parlamentarias celebradas el pasado 20 de junio, obteniendo el 53,9% de los votos, resultado que -como lamentablemente ya es costumbre- no reconoció la oposición, acusando al oficialismo de fraude. Sucede que el dolor por la guerra perdida parece no ser tan fuerte como el rechazo hacia los anteriores gobernantes, acusados de corrupción y que en 2018 perdieron el poder político en las urnas. Es altamente probable que el clima interno se polarice aún más, considerando también que la situación económica no mejora, pues todavía cerca del 40% de su población está por debajo de la línea de pobreza.

Nikol Pashinyan, Erevan, 21 de junio de 2021 (aljazeera.com)

Los armenios también se han dado cuenta que es necesario reforzar sus vínculos internacionales, pues durante este último conflicto, si bien la mayoría de los países se mantuvieron neutrales y pidieron por la paz, quienes se inclinaron hacia un bando lo hicieron por Azerbaiyán, que además contó con apoyo logístico y militar de dos potencias de la región: la República de Turquía y el Estado de Israel. El único país que denunció las acciones de Azerbaiyán y manifestó su solidaridad con Armenia fue la República de Chipre, a lo que también habría que sumar a las repúblicas de Abjasia, Osetia del Sur y Transnistria, integrantes de la Federación Rusa, aunque esta última no es reconocida como tal. Es bastante probable, por lo tanto, que si no hubiera sido por el peso de la diáspora armenia y la mediación rusa, los azeríes hubieran logrado controlar Nagorno-Karabaj.

Mapa del territorio reclamado por la Federación Revolucionaria Armenia, donde se puede observar que, además de territorios turcos, incluye las partes de Azerbaiyán ocupadas en 1994 y la República azerí de Najicheván (Wikimedia Commons).

Párrafo aparte merece la acusación por parte de los turcos de que milicias kurdas participaron del lado armenio. Ninguna de estas denuncias pudo ser comprobada. Por su parte, hay que considerar que los sectores más conservadores rechazarían ayuda de quienes participaron del genocidio armenio, sin contar que parte de los territorios reclamados son considerados a su vez como parte de Kurdistán. Por ejemplo, el monte Ararat, por citar el caso más paradigmático, símbolo patrio por excelencia de la nación armenia, que hoy está ubicado dentro de Turquía, es reclamado a su vez por los kurdos como parte de su nación, pretensión que en parte llevaron a la práctica con la fundación de la efímera República Kurda de Ararat entre 1928 y 1931.

Bandera de la República Kurda de Ararat (Wikimedia Commons).

Después de más de un siglo de conflictos (en gran parte solapados durante el período soviético), quizás ha llegado el momento de poner en entredicho la pertinencia de enarbolar en esta región discursos nacionalistas que pretendan constituir estados étnicamente homogéneos en un territorio exclusivo e indiviso. La realidad del Cáucaso siempre ha sido otra: la fragmentación demográfica en pequeñas mesetas y valles intermontanos, donde arraigaron fuertes identidades locales, pero que siempre coexistieron, por un lado, junto a otras poblaciones con forma de vida móvil, que recorrían distintas regiones de pastura, y, por otro lado, con estructuras políticas imperiales que, si bien exigían tributos y lealtad, no pasaban de tener un dominio más bien capilar, permitiendo siempre conservar bastante autonomía a las comunidades locales.

Mapa del territorio reclamado por los kurdos en 1945 a la ONU, donde se puede observar que incluye gran parte del territorio también reclamado por los armenios.

El peso del chauvinismo en el contexto de descomposición del Imperio otomano y de la Primera Guerra Mundial tuvieron como efecto "balcanizar" esta región (por citar otro viejo territorio otomano), donde pueblos distintos pasaron a considerarse enemigos. Pero sus enfrentamientos terminaron debilitando unos a otros, justo en una región de paso entre Asia y Europa, rodeado por tres potencias que sacan provecho de esta atomización: la Federación Rusa al norte, la República de Turquía al oeste y la República Islámica al sudeste. En este escenario, el más perjudicado sin dudas ha sido Armenia, sin acceso al mar y con la mayor parte de su población fuera del país. El temor de que los azeríes aprovechen para avanzar definitivamente sobre el Alto Karabaj quizás alimente los deseos de venganza, por lo que una guerra puede volver a estallar más adelante. Esperamos que estos cinco años de presencia militar rusa sirvan para acercar posiciones y no enemistarlas todavía más.

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