Paradojas de Tiananmen: primera parte, de 1978 a 1989

*Por Pablo Jaruf.

Cada mes de junio, el mundo recuerda la masacre de Tiananmen, ocupando la primera plana de los medios de comunicación internacionales, principalmente occidentales, pero pasando prácticamente desapercibida en el país donde sucedió: la República Popular China. Sucede que aquel acontecimiento es considerado por muchos como la última oportunidad seria que tuvo el país para avanzar en su democratización, cuya derrota afianzó el poder del Partido Comunista. Lo anterior muchas veces es acompañado con una cierta desazón, pues varios se lamentan el comportamiento casi apolítico de los chinos en la actualidad, quienes parecen aceptar pasivamente la instauración de una dictadura de partido a cambio de un bienestar económico que cada año mejora todavía más. Incluso, se llega al punto de sostener que esto es así debido a la forma de ser y pensar chino, vinculada a un confucionismo que acepta las jerarquías como elemento estructurante del cosmos y la sociedad.

Llaman la atención este tipo de afirmaciones, pues en este país sucedieron algunas de las revueltas campesinas más grandes de la historia, triunfó una revolución que derrocó a un sistema imperial que había durado más de dos mil años, sucedieron varias décadas de guerra civil y se vivieron períodos de alto fervor político, como por ejemplo durante la Gran Revolución Cultural Proletaria. En la actualidad, parte importante de los hongkoneses y de los taiwaneses, entre otros, se muestran abiertamente críticos, tanto del Partido Comunista como de otros regímenes totalitarios, pero, hasta donde sabemos, son tan chinos como sus hermanos de la República Popular. Es necesario, por lo tanto, volver a revisitar los hechos ocurridos en 1989 y sus interpretaciones, para lograr así una mejor comprensión del pasado y del presente. Debido a la extensión de la nota, decidimos dividirla en dos partes. A continuación, compartimos la primera.

Plaza de Tiananmen, abril de 1989 (AFP)

Consecuencias inesperadas del programa de reforma y apertura

Desde mediados de la década de los setenta, la economía de la gran mayoría de los países sociales mostraba claros signos de desaceleración. Pero, en el caso de China, se sucedieron una serie de cambios que permitieron sortear mejor estas dificultades: en 1976 fallecieron las dos personas más destacadas hasta ese momento, Zhou Enlai y Mao Zedong, finalizando así la Revolución Cultural. Años antes, a partir de 1972, cuando Richard Nixon, presidente de los EE. UU. viajó a China para normalizar las relaciones diplomáticas, comenzaron a gestarse las condiciones para que a fines de esa década tomará forma el programa de reforma y apertura, el cual sistematizaba una serie de iniciativas locales que, entre otras cosas, modifican la organización de la producción agrícola basada todavía en comunas. Bajo el liderazgo de Deng Xiaoping se iniciaron las Cuatro Modernizaciones: reforma de la agricultura, de la industria, de la educación y de la defensa.

Si bien este programa no incluía la reforma política, implicó también una relativa apertura, impulsada desde la propia dirección del Partido, cuyo símbolo máximo fueron la visita de Deng a EE. UU. y la vuelta de Coca-Cola a China en 1979. Poco a poco, comenzó a respirarse un aire que recordaba la primera década republicana, marcada por una fuerte occidentalización de las ideas y costumbres locales. Este ambiente coincidía con la generalización de una sensación de disconformidad por parte de los sectores universitarios, tanto docentes como estudiantes, que no se veían beneficiados por las reformas económicas. Las voces críticas comenzaron a aumentar, ganando lugar las consignas que pedían por una verdadera democracia, cuyo modelo era norteamericano, al punto que los manifestantes llegaron a construir una estatua de la libertad en el centro de la plaza Tiananmen. El espíritu del Movimiento de Cuatro de Mayo de 1919 inspiró las protestas, cuyos integrantes decidieron replicar aquella famosa gesta de comienzos de siglo.

Estatua de la "diosa de la libertad", 1989 (Getty Images)

La reacción entre los integrantes del politburó no fue inmediata. A decir verdad, había sectores que simpatizaban con los manifestantes. Las primeras protestas estallaron en 1986, pero ganaron peso recién un año después, cuando el secretario general del Partido, Hu Yaobang, fue expulsado de su puesto y sujeto a un proceso humillante de autocrítica. Justamente, fue su muerte en abril de 1989 lo que sirvió como catalizador para que los universitarios copasen la plaza Tiananmen, iniciando una escalada de protestas que concluiría con una masacre a comienzos de junio. El secretario general por aquel entonces, Zhao Ziyang, estaba justo de viaje en Corea del Norte, pero volvió de inmediato, llegando a reunirse para dialogar con los manifestantes el 19 de mayo, pero sus palabras no fueron oídas. Ante esta situación, el sector más conservador del Partido cerró filas y comenzó a impulsar las medidas represivas que llevarían al trágico desenlace.

Deng Xiaoping y Hu Yaobang, 1981 (Xinhua)

Pero los universitarios no eran los únicos descontentos. Las reformas económicas habían afectado también a los obreros urbanos, entre cuyas filas habían aumentado la desocupación y la caída de sus salarios reales. Si bien, la mayoría de los índices económicos se habían duplicado entre 1984 y 1988, los beneficios no eran iguales para todos. En el caso de los obreros, sentían que las reformas se habían aplicado demasiado rápido, coincidiendo entonces con el sector conservador del Partido, el cual había dudado desde un primer momento en dichas aperturas. Por esta razón, aunque las movilizaciones universitarias ganaron mayor peso cuando se articularon con las protestas obreras, los intereses de ambos no eran semejantes, lo que resultó en la rápida fragmentación del frente apenas iniciaba la represión. Todo el programa quedó en entredicho, lo que obligó a Deng Xioping a reimpulsarlo otra vez en 1993, retomando la senda que parecía haber quedado trunca en el cambio de década. Al respecto, conviene destacar la enorme incertidumbre de aquellos años, en plena disolución de la Unión Soviética y la aplicación de reformas económicas de shock que, al fin y al cabo, resultaron ser desastrosas, al contrario del programa más gradual impulsado por Deng.

Zhao Ziyang intentando dialogar con los estudiantes, 1989 (abc.net.au)

Vemos así como la aplicación de las reformas, desde fines de la década de los setenta, fueron sentando las bases de su propia debilidad, dando lugar a una combinación de factores que pusieron en peligro su continuidad. El inesperado resultado del programa de apertura había dado lugar a un escenario que ponía en entredicho todo el sistema socialista, por lo que el sector más conservador decidió que era necesario cerrarlo de un golpe, acusando a los manifestantes de contrarrevolucionarios. La posible "Quinta" Modernización quedó así eliminada del programa. A partir de entonces, la soberanía del pueblo respondería al modelo del socialismo con características chinas, no del occidente liberal, reforzando los mecanismos de la república popular, cuestión que ampliaremos en la segunda parte de esta nota.

El hombre desconocido más conocido de la historia de la China contemporánea (salvo en China)

En la sección anterior dimos cuenta de las contradicciones internas que dieron lugar a la crisis de abril-junio de 1989. Pero, otro factor fundamental que contribuyó a la trascendencia del acontecimiento fue la cobertura y difusión de los medios internacionales, quienes por casualidad se ubicaban a metros de la Plaza Tiananmen.

Una mujer forcejea para no ser llevada como prisionera, junio de 1989 (AP)

Resulta ser que el 16 de mayo tenía lugar la primera cumbre sino-soviética en tres décadas, la cual iba a ser cubierta por más de mil periodistas extranjeros. Mijaíl Gorbachov llegaba a Beijing para restablecer relaciones diplomáticas, pero los medios de comunicación internacionales rápidamente perdieron interés por esta visita, pasando a enfocar sus cámaras a las protestas que desde hacía un mes estaban colmando la famosa plaza. Se estima que al otro día ya había un millón de personas en el lugar. Tras el fracaso del diálogo propuesto por Zhao Ziyang, el 20 de mayo se declaró la ley marcial, pero los manifestantes no se retiraron. El sector más conservador, dudando de la lealtad del secretario general, pidió que lo encarcelaran. Zhao perdió entonces su libertad y sufrió prisión domiciliaria hasta el día de su muerte, en 2005.

Estaban dadas así las condiciones para que se avance con el ataque, lo cual tuvo lugar la madrugada del 4 junio. En un hecho sin precedentes, los medios internacionales comenzaron a cubrir en directo la represión del Ejército Popular de Liberación sobre su propio pueblo. Cientos de personas fueron heridas y asesinadas. La plaza fue rápidamente abandona, pero los enfrentamientos continuaron en las inmediaciones y otras parte de la ciudad. La movilización concluyó finalmente el 9 de junio cuando, después de algunos titubeos, todo el Ejército del país reafirmó su apoyo a las medidas del gobierno. Estas dudas venían dadas por la multiplicación de escenas como la del "hombre del tanque", donde era evidente que los soldados no estaban seguros de actuar sobre las personas de a pie que se interponían entre ellos y los manifestantes.

Aquellas imágenes recorrieron el mundo, convirtiéndose en el símbolo más recordado de la masacre de Tiananmen. Sucedió el 5 de junio, cuando los periodistas, a quienes se les había prohibido salir del hotel, capturaron con sus cámaras a un hombre desconocido que se paró solo frente a un convoy de tanques, impidiendo que continúen su marcha hacia la plaza. Luego de obstruir su paso, se subió al vehículo, entablando una conversación con los soldados. A los pocos minutos fue retirado del camino por civiles o policías vestidos de civiles. Al día de la fecha, nadie sabe quién era, ni tampoco qué sucedió con él luego de aquel acto de valentía.

Desde entonces, el hombre del tanque se ha convertido en un símbolo, no sólo de las protestas de 1989, sino de todas las protestas del mundo. Parte importante de esta fama, más allá de la potencia del hecho, es la enorme difusión que le han dado los medios occidentales, focalizando en la fortaleza del individuo contra el Estado, representado en este caso por un tanque militar. Este uso fue perfecto para el impulso de la ideología neoliberal que comenzaba a afianzarse en aquel entonces, basada en el individualismo y la crítica de los Estados nacionales. Es así como este hombre desconocido, quien ignoraba que lo estaban filmando desde las habitaciones de un hotel, se convirtió, sin saberlo, en el chino más conocido en el resto del mundo, cuyo acto se recuerda a comienzos de cada junio.

No sucede lo mismo en China, donde la masacre de Tiananmen es ocultada, tanto de los medios de comunicación como de la enseñanza de la historia. Por ejemplo, en una reciente obra de Lu Jie, publicada en 2019, titulada Historia de la República Popular China, si bien cuenta con más de 550 páginas, tan sólo dedica dos oraciones a dicho acontecimiento: "En el período de transición entre la primavera y el verano de 1989, se produjo un disturbio político en Pekín. El Partido y el gobierno hicieron frente a la crisis y calmaron la tormenta política que ponía en peligro el destino del Partido y la Nación" (pág. 368).

Como vemos, estas pocas líneas alcanzan, por un lado, para minimizar lo sucedido y, por el otro, para legitimar la represión de aquel entonces, sin mencionar las muertes. Es considerado, simplemente, como una tormenta que no interrumpió el avance del programa de reforma y apertura, al punto que en la periodización de la historia del país suele adoptarse como fecha parteaguas 1978, no 1989, legitimando así el discurso oficial del Partido. Pero, lo cierto es que, más allá del ocultamiento y la ignorancia de muchos chinos sobre lo sucedido, Tiananmen significó un antes y un después, a partir del cual se replantearon varios aspectos de la política china actual. En la segunda parte de esta nota profundizaremos en esta cuestión.

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