*Por Kevin A. Tévez
El viernes 18 de junio último los iraníes acudieron a las urnas para elegir a su próximo presidente para el período 2021-2025. En medio de una crisis económica atribuida a las sanciones norteamericanas y de la pandemia de covid-19, las elecciones arrojaron como resultado un giro político aparentemente en dirección al conservadurismo, luego de que fuera confirmado el triunfo del candidato Ebrahim Raisi, con el 61,95% de los votos. Sin embargo, este giro no podría ser tal, y podría ser tan sólo una variante de una política seguida a grandes líneas desde 2013. ¿Qué se puede esperar del gobierno de Raisi? Repasaremos, a continuación, la historia previa a estos últimos comicios y cuáles serán los condicionantes para la acción del futuro presidente.
Juan Domingo Perón solía afirmar que “la
política, es la política internacional”. Lo que significa, entre otras cosas,
que la política exterior de los gobiernos (su inserción internacional) habla
mucho de las políticas internas. Una y otra se hallan estrechamente ligadas. En
lo que respecta a Irán, la prensa estadounidense y europea plantea una imagen
bastante paradójica del país: al mismo tiempo que parece no variar en ningún
momento su política doméstica y sus intereses externos bajo el Líder Supremo,
Sayyed Alí Khamenei, también reconocen la existencia de un clivaje entre dos
sectores que denominan conservadores
unos y reformistas (o moderados)
otros. Cada vez que Irán elige a un presidente reformista, como el actual
presidente saliente Hassán Rohani (2013-) o el ex presidente Mohammed Khatami
(1997-2005), parece abrirse un futuro luminoso para los iraníes, de apertura,
reformas, retirada del apoyo económico y militares a sus aliados en la región,
etc. O sea, perspectivas de “paz”. En cambio, cuando ganan candidatos
calificados como conservadores, como el ex presidente Mahmud Ahmadinejad
(2005-13), se suele hablar de todo lo contrario: cerrazón, prohibicionismo,
aumento de la inestabilidad regional en el Medio Oriente, etc. Pero, ¿cuánto
hay de cierto en estas afirmaciones? ¿Se corresponden los términos que se les
asignan a estos gobiernos con lo que hacen realmente?
En los últimos días, la elección de Ebrahim Raisi, quien fuera Jefe de la Judicatura desde 2019 y dirigiera varios procesos anticorrupción, ha sido presentada como la de un “conservador” e inmediatamente se han establecido paralelismos con el anterior gobierno de Ahmadinejad. Sin embargo, la política internacional en términos de Perón, podría explicar cuáles son las grandes líneas que sigue la clase dirigente de la República Islámica de Irán desde 2013. En aquel año, se iniciaron negociaciones secretas con Estados Unidos para el relajamiento y/o levantamiento de las sanciones económicas que pesaban sobre el país por su programa de energía nuclear. Era el final del segundo gobierno de Mahmud Ahmadinejad (un férreo crítico del imperialismo anglosajón). Hasta ese entonces, el gobierno y el Estado (en el cual la última palabra la tiene el Ayatollah Alí Khamenei) habían tenido intereses más o menos coincidentes. Pero la alianza Khamenei-Ahmadinejad se rompió. Y Khamenei se inclinó por la negociación con las potencias occidentales, preferentemente Estados Unidos, para volver a abrir Irán a los flujos del comercio internacional y de la transferencia de tecnología.
Como sostiene Olivier Pironet, “el régimen iraní está formalizado en un complejo entramado de instituciones que expresa la doble legitimidad que sostiene a la República islámica: la soberanía divina (representada por las autoridades religiosas) y la soberanía popular” (1). La primera es la que encabeza el Estado, cuyo Jefe es el Líder Supremo, desde 1989 Sayyed Alí Khamenei. La segunda está encabezada por el Presidente de la República Islámica, electo por el pueblo cada cuatro años, con posibilidad de una reelección inmediata. Es necesario comprender esto, dado que las grandes orientaciones del estado iraní son fijadas por el Líder Supremo (que supervisa a los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial) y no por el Presidente. Además, los clérigos cuentan con varias instituciones a través de las cuales ejercer contrapeso a las decisiones del gobierno o a las leyes sancionadas por la Asamblea Consultiva Islámica. El principio que rige este sistema es el Velayat-e faqih (Gobierno de los Jurisconsultos Religiosos).
El gobierno en Irán, es, en última instancia, de los jurisconsultos religiosos. Por ejemplo, el Consejo de los Guardianes de la Constitución, que rechaza centenares de candidaturas a presidente antes de cada elección, es el que fija cuáles de ellos van a quedar en liza. Y esa selección se realizará de acuerdo a la política del Líder Supremo y el gobierno de los clérigos. Desde 2013, esta política se ha orientado a la apertura y al acuerdo con Estados Unidos en Medio Oriente. El Acuerdo Nuclear (JCPOA) de 2015 firmado con Estados Unidos y otras potencias, en realidad era todo un acuerdo geopolítico en el cual se incluía la construcción desde Irán de un gasoducto regional que aprovisionaría a Europa desde el sur, en competencia con el gasoducto ruso Nord Stream. Pero el cambio de administración en Estados Unidos con la asunción de Donald Trump en enero de 2017, se tradujo en el restablecimiento de las sanciones económicas contra Irán y un endurecimiento en materia militar que incluyó el asesinato del Gral. Qassem Soleimani, Jefe de los Guardias Revolucionarios (Pasdaran) en Irak en febrero de 2020.
La situación empezó a cambiar cuando el candidato
demócrata Joe Biden ganó las elecciones y asumió la presidencia de Estados
Unidos en enero de 2021. Los gobiernos de Estados Unidos e Irán volvieron a
ponerse en sintonía y reanudaron en abril las
negociaciones sobre el programa nuclear de Teherán. Que esto se produzca en el final del período del presidente saliente
Hassan Rohani y cuando iniciará
(en agosto) el mandato del presidente electo Ebrahim Raisi sugiere la
posibilidad de continuidad o de condicionamiento a su futuro gobierno. No habrá
que perder de vista que tanto Estados Unidos como Irán están jugando sus cartas
en las conversaciones, lo que no significa que más allá del giro en política
exterior, los cambios por parte de Irán se vean de inmediato. Thierry Meyssan,
por caso, lanzó la hipótesis de que un sector de la clase dirigente iraní
está buscando “restaurar el Imperio Safávida”, abandonando el anti imperialismo, uno
de los principios de la Revolución de 1979.
Las elecciones del viernes 18 de junio arrojaron, además, un dato preocupante: la participación electoral fue de 48%, 24 puntos menos que en 2017, lo que indica una reducción del porcentaje de un tercio. Fueron las menos concurridas desde la Revolución. Evidentemente, las sanciones externas no sólo han afectado a la economía, sino que también están desgastando a la “doble legitimidad” de las autoridades. Incluso la clase media iraní ha pasado de la euforia a la decepción con el último presidente reformista, Hassán Rohani. Las protestas de la clase media y trabajadora en 2017-2018 y especialmente en 2019-2020, fueron de alcance nacional, con miles de arrestos y alto número de bajas. Pero también la censura política por parte de los clérigos al sector del ex presidente Mahmud Ahmadinejad (entre otros), puede explicar el desencanto de participar en una elección poco competitiva. También, y como hemos observado en otros procesos electorales del último año y medio, la pandemia de covid-19 sería otro factor disuasorio de la participación.
Restará por ver si el saliente gobierno de Hassán Rohani termina de acordar políticamente con Estados Unidos para resolver los problemas económicos o si esta negociación la continuará el Presidente Raisi. Los reformistas en los últimos años han desempeñado el papel atribuible en Europa y Estados Unidos a los conservadores. Mientras que estos últimos (como el ex presidente Ahmadinejad o el Gral. Soleimani) han defendido los principios revolucionarios antes que el entendimiento geopolítico con el imperialismo anglosajón.
Abajo, mientras tanto, el pueblo iraní, afectado seriamente por las sanciones
occidentales y la política económica doméstica, precisa soluciones para mejorar
su vida diaria. Para ello debería servir la última elección presidencial.
(1) PIRONET, O. Las estructuras políticas.
En: Le Monde Diplomatique, p. 39,
edición Cono Sur, julio de 2009.
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