*Por Pablo Jaruf.
Hace dos semanas, la noticia del bloqueo accidental del Canal de Suez recorrió el mundo. El 23 de marzo, el buque Ever Given encalló, debido a una inesperada tormenta de arena, quedando su proa incrustada en la orilla asiática del canal y su popa cerca de la orilla africana, provocando una obstrucción total. Las dificultades técnicas para solucionar este problema eran múltiples, pues se corría el riesgo de que la embarcación se quebrace, provocando un incidente aún peor, con serias consecuencias para el medio ambiente. A su vez, se iban acumulando cada vez mayor cantidad de cargueros en la entrada del canal, los cuales dudaban entre esperar que se solucione o tomar una ruta alternativa, lo que encarecería los costos de transporte. En efecto, el mercado europeo comenzó a temer por el desabastecimiento y su consecuente aumento de precios. De un momento para otro, se hizo evidente que una interrupción accidental podía poner en riesgo a la economía internacional, lo que da cuenta de la fuerte interconexión global en la que hoy vivimos, donde la más mínima perturbación repercute a escala mundial.
El propio buque Ever Given expresa el carácter global de la economía actual. Si bien se trata de un portacontenedor registrado en Panamá, es de propiedad de Shoei Kisen Kaisha, una empresa naval japonesa, que lo alquila a la compañía taiwanesa Evergreen Marine, la cual lo despachó en el puerto de Tanjung Pelepas, en Malasia, con destino al puerto de Róterdam, en los Países Bajos. La gestión técnica del buque, por su parte, está a cargo de una empresa alemana, Bernhard Schulte Shipmanagement. Y, como si todo lo anterior no fuera poco, la tripulación a bordo es de nacionalidad india. Sobre esta última se ha hablado mucho, pues varios consideran que no contaban con la pericia suficiente para manejar este buque, a lo que se suma la inusual ruta que hizo antes de entrar al canal, lo que fue objeto de burlas a lo largo del mundo. También se multiplicaron los memes con las imágenes de las pequeñas excavadoras tratando de sacar la arena donde estaba encallada la proa. Incluso hubo ocasión para escándalos internos, pues una noticia falsa involucraba a la primera capitana de Egipto, Marwa Elselehdar, en el incidente, lo que la obligó a realizar un video en Instagram aclarando que no tenía nada que ver, aprovechando también para denunciar estas operaciones en su contra, producto de la existencia de muchos sectores que no aceptan que una mujer ocupe puestos tan importantes.
Finalmente, seis días después, el 29 de marzo, el buque pudo ser reflotado, en parte gracias a la labor de las excavadoras y de los barcos remolcadores, y en parte gracias a la luna, pues justo iniciaba la marea alta, lo que facilitó las tareas. Los retrasos comenzaron a solucionarse y al día de la fecha el tráfico ha vuelto a la normalidad. Queda por resolver el tema de la indemnización, pues Egipto reclama ahora alrededor de mil millones de dólares por los gastos ocasionados, lo que seguramente dará lugar a un largo litigio. Mientras tanto, las perspectivas de que se repita este accidente ha vuelto a poner en primer plano una cuestión central: la amenaza de que los grupos islamistas que actúan en la península de Sinaí decidan bloquearlo de forma intencional, provocando otra vez una crisis de escala internacional.
La península de Sinaí, si bien forma parte de Egipto -un país africano-, es una región de Asia sudoccidental pues, en términos geológicos, es una continuación del Levante mediterráneo, el cual a su vez está separado de la placa arábiga por la falla del valle del Rift. Por lo tanto, lo más pertinente es decir que Egipto en realidad es un país bicontinental, como Turquía y Rusia, por ejemplo. Históricamente, los poderes políticos asentados en el valle del Nilo tuvieron el control de la península, al menos desde época de los faraones, aunque con fluctuaciones notables. Las partes más habitadas de este territorio desértico son justamente aquellas que rodean el canal de Suez, las provincias de Port Said e Ismailia, al norte, y la de Suez, al sur, las cuales reúnen a más de dos millones de habitantes. El resto de la península se divide es Sinaí del Norte y Sinaí del Sur, pero su población total no llega al medio millón, consistiendo en su mayoría en beduinos.
Pues bien, desde el año 2011 el ejército egipcio despliega allí, sobre todo en Sinaí del Norte, una serie de campañas contra grupos islamistas que se alzaron en armas en plena Primavera Árabe, aprovechando la crisis política desatada tras la caída del gobierno de Hosni Mubarak. Cabe recordar que desde los Acuerdos de Camp David, firmados en 1979, Israel devolvió la soberanía de este territorio a Egipto, el cual había sido ocupado durante la Guerra de los Seis Días (1967), a cambio de que los egipcios reconocieran el Estado israelí. Entre los acuerdos se estableció la desmilitarización de la península, que comenzó en 1982, cuando Israel se retiró finalmente de la región. Desde entonces se ha fomentado el turismo de la región, principalmente el Monasterio de Santa Catalina y el Monte Sinaí, con una importante inmigración de egipcios del valle y del delta, lo que trastornó la forma de vida de los beduinos. En efecto, se ha descuidado la situación de la población local, que hace décadas vive al margen del Estado, permitiendo que esta tierra se convierta en un caldo de cultivo donde pequeños grupos extremistas, en alianza con jefes tribales, establecieron sus propias redes de solidaridad, las cuales incluyeron también el tráfico de armas.
En medio de la anomia generada por la Primavera Árabe, grupos islamistas radicalizados comenzaron una serie de alzamientos, lo que llevó a la intervención israelí varios kilómetros más allá de su frontera. Rápidamente el ejército egipcio lanzó la Operación Águila, que entre otras cosas tenía como objetivo ejercer un control aún más férreo en la frontera con la Franja de Gaza. Para ampliar estas acciones, el por entonces presidente Mohamed Morsi, de los Hermanos Musulmanes, designó a Abdelfatah al-Sisi como Ministro de Defensa, quien lanzó la Operación Sinaí. Como es sabido, poco tiempo después se produjo un golpe de Estado, donde Morsi fue depuesto en favor de al-Sisi, quien desde entonces ocupa el cargo de presidente. Las operaciones militares intensificaron la represión sobre el conjunto de la población, lo que a su vez radicalizó aún más a los insurgentes. A fines de 2014 los rebeldes se agruparon y se aliaron con ISIS, el autodenominado Estado Islámico en Irak y el Levante, estableciendo una provincia: Vilayat Sina. El enfrentamiento recrudeció, incluyendo la destrucción de un avión ruso en el que murieron 224 personas y la masacre en la mezquita al-Rawda, en la que asesinaron a 311 personas, además de muchos otros atentados y ataques en iglesias y ciudades del Sinaí y otras partes de Egipto. Por parte del ejército, se produjeron también excesos que resultaron en arrestos arbitrarios y la muerte de civiles inocentes.
Poco a poco, la situación parece revertir en favor de las autoridades, aunque una serie de incidentes a fines de 2020 podrían indicar lo contrario: los islamistas atacaron una base aérea en Rabaa e intentaron hacerse con el control del gasoducto que va de Egipto a Israel, mostrando un carácter estratégico ofensivo insospechado después de tantos años de conflicto. Estos incidentes fortalecieron la ayuda internacional, no sólo de Israel, sino también de Francia, de Reino Unido, de Alemania y, especialmente, de Rusia. En la mente de muchos se planteó la posibilidad de que el próximo objetivo de los islamistas fuera el canal de Suez, posibilidad que no se concretó, pero que los hechos recientes provocados por el buque Ever Given vuelven a poner sobre la mesa. La pregunta que ronda ahora es ¿qué tan fácil puede ser que un grupo islamista bloquee el canal?
Más allá de las teorías, lo que se puede concluir es que, a pesar de que la guerra en el Sinaí todavía no concluyó y que ya está generando una nueva crisis humanitaria, como en Siria y en Yemen, la gran mayoría de los gobiernos, tanto de esta zona como de otras partes del mundo, colaboran o están dispuestos a colaborar con Egipto, lo que significa un enorme espaldarazo de confianza para al-Sisi, quien gana también cada vez más apoyo interno en esta "guerra contra el terrorismo", cuyo resultado puede servir como una refundación del Egipto moderno, como en cierto sentido se está intentando con la construcción de la nueva capital del país y el espectacular desfile de momias organizado este sábado 3 de abril. De ser así, esperamos que la población egipcia que habita en el territorio asiático de la península del Sinaí pueda volver, no solo a la paz, sino también a lograr un nivel de vida que le permita desarrollarse y participar de las enormes riquezas que todos los días cruzan por las aguas del ya afamado canal de Suez.
Comentarios
Publicar un comentario