*Por Kevin A. Tévez
El próximo domingo 10 de enero, se desarrollarán dos procesos electorales en Asia Central: Kazajistán elegirá a los miembros de la Asamblea (Mazhilis), la cámara baja del país y Kirguistán (o Kirguizistán) al Presidente de la República (y un referéndum sobre la adopción de un sistema presidencialista). Los dos comicios transcurren en circunstancias muy diferentes. Kazajistán tiene una situación económica mucho más estable y próspera, y por tanto un sistema político más ordenado que el del vecino Kirguistán, donde se han producido sendas revueltas: en 2005 la Revolución de los Tulipanes contra Askar Akáyev, en 2010 la Revolución Popular contra Kurmanbek Bakíyev y en 2020 las protestas que terminaron en la renuncia de Sooronbay Zheenbékov. Sin embargo, las elecciones de ambos países revisten importancia, ya que van a definir el escenario político de los próximos años, con su consiguiente lucha al interior de la clase dirigente.
Kirguistán, de revolución en revolución
Como bien señalamos, Kirguistán afronta una gran inestabilidad política en los últimos quince años. En octubre de 2020, los resultados de las elecciones legislativas fueron tachados de fraudulentos por los partidos opositores al presidente Zheenbékov, apoyado por las formaciones Birimdik (Unidad) y Ata-Zhurt (Mi Casa es Kirguistán) que se habían llevado más de tres cuartos de los escaños, con denuncias de numerosas irregularidades como compra de votos e intimidaciones. Zheenbékov previamente se había desembarazado de su padrino político, el ex presidente Almazbek Atambáyev, presidente entre 2011 y 2016. Al momento de celebrarse las elecciones, Atambáyev se encontraba preso, caído en desgracia para apuntalar a Zheenbékov.
En la oposición kirguiza destacaba el papel de Sadyr Zhapárov, un político de la región de Issyk-Kul, que se hizo popular por su campaña por la nacionalización de la mina de oro de Kumtor, en la que se enfrentó a las autoridades en 2012-2013. En ese último año, había sido acusado por el Poder Judicial de haber llevado delante el secuestro del gobernador regional Emilbek Kaptagaev durante los disturbios. Tras un exilio en Chipre, regresó a Kirguistán y fue arrestado y condenado a once años de prisión en 2017.
Con una retórica de corte populista-nacionalista y apelando al papel de hombre fuerte, Zhapárov fue ganando popularidad de manera meteórica a nivel nacional cuando estallaron las protestas por los resultados electorales, en el transcurso de las cuales fue liberado por sus seguidores. También, otros manifestantes liberarían al ex presidente Atambáyev, aunque más tarde fue recapturado. Las protestas terminarían con la renuncia del presidente Zheenbékov y la convocatoria a elecciones presidenciales para este domingo.
Las presentes elecciones no sólo definirán si Zhapárov logra convertirse en presidente electo por vía legal, sino también si Kirguistán regresa a un sistema presidencialista, mediante un referéndum aparte. La Revolución Popular de 2010 había establecido un sistema parlamentario, en el cual se vieron notablemente recortados los poderes del presidente, tras las experiencias autoritarias con Akáyev (1991-2005) y Bakíyev (2005-2010).
El temor que se expresa desde parte de la actual oposición es que Zhapárov acumule un poder que utilice tan discrecionalmente como sus antecesores. Se trata de uno de los reparos de al menos cuatro candidatos de la oposición, que el 30 de diciembre de 2020 anunciaron que, de celebrarse una segunda vuelta electoral, apoyarán al que gane de entre ellos: Klara Sooronkulova, Adakhan Madumárov, Kanat Isaev y Kanibek Iamanlíev. En un documento consensuado, además de invitar a otros candidatos a sumarse a este frente político, señalaron que sus acciones buscaban evitar "la monopolización absoluta del poder con el apoyo de criminales [que] puede conducir a la destrucción del estado". En la misma línea denunciaron "Un uso sin precedentes de los recursos administrativos, el soborno, el engaño, hasta la intimidación de votantes", es decir, lo que ya ha sido común a las anteriores elecciones kirguizas.
De momento, las encuestas le sonríen a Zhapárov, no sólo en su campaña hacia la presidencia, sino también en el fortalecimiento de la institución presidencial que buscará aprobar vía referéndum. Además, las candidaturas de oposición están demasiado fragmentadas, siendo dieciséis.
En la región, esta elección será seguida de cerca tanto por la Federación Rusa (que posee una base aérea en Kant), como por la República Popular China (mediante la integración de Kirguistán en la Iniciativa de la Ruta de la Seda), que mediante soft power cruzado, mueven sus fichas. Estados Unidos, que supo tener una base militar en Manas para sus operaciones en la guerra de Afganistán (2001-2012), se encuentra relativamente retirado de la escena. En el ámbito de política exterior, pues, habrá que observar si Kirguistán se inclina hacia uno de los dos poderes regionales, o si mantendrá su habitual pragmatismo.
Kazajistán, detrás del orden
Las elecciones parlamentarias en la República de Kazajistán arrojan, a priori, una serie de certezas. La mayoría absoluta que favorece al partido de gobierno, Nur-Otan, muy probablemente no se hallará en discusión. Que, además, los otros cuatro partidos con chances de entrar en la cámara baja (Mazhilis), no representarían una oposición real, sino matices programáticos respecto del oficialismo, pero acordando en lo esencial. La Mazhilis, descrita por Benjamin Godwin como un "club exclusivo" y "foro para la representación de poderosos intereses económicos y regionales, que hacen lobby por los recursos del estado y cambios favorables en las regulaciones", será testigo de la incorporación de candidatos de primer orden ligados al ex presidente (1991-2019), Nursultán Nazarbáyev, quien tras su dimisión busca mantener su influencia tanto en el partido oficial como en los distintos poderes del estado. El control del legislativo (la Mazhilis y el Senaty) es de suma importancia para la aprobación de un nuevo gobierno, el primero que se formará con el actual presidente y sucesor designado por Nazarbáyev, Kazim-Zhomart Tokáyev, electo en los comicios presidenciales de 2019.
Nursultán Nazarbáyev, primer presidente de Kazajistán (Izq.) junto a su sucesor, Kazim-Zhomart Tokáyev, durante la campaña presidencial de 2019. (Fuente: AP)
Kazajistán, un país rico en recursos mineros (petróleo, gas natural, carbón, hierro, manganeso, cobre, uranio, oro, etc.), posee los salarios y los precios más altos de las ex repúblicas soviéticas de Asia Central. Su renta per cápita septuplica a la de Kirguistán y Uzbekistán, más que decuplica a la de Tayikistán y supera en casi 50% a la de Turkmenistán, según el Banco Mundial. Esto significa, además, que la economía kazaja tiene una mayor productividad por habitante, genera mayor valor agregado. Una muestra de ello es el inicio, en diciembre de 2020, de la producción de dosis de la vacuna rusa Sputnik V por la industria farmacéutica Karaganda.
País étnicamente diverso, cuenta con numerosas comunidades nacionales, además de la nación titular, los kazajos (69%). Es el país con la mayor comunidad rusa de la región (19%), presente especialmente en la región norte y que cuenta con la que muchos han llamado "la ciudad más europea de Asia" y antigua capital, Almaty (llamada por los rusos Alma-Ata). Su actual capital es una ciudad planificada, Astaná ("Ciudad capital"), que cambió su nombre en 2019 a Nursultán en homenaje al ex presidente Nazarbáyev.
Con un influyente político como Nazarbáyev en el "retiro", los distintos sectores de la clase dirigente kazaja se acomodarán a la nueva situación. Y tratarán de influir lo más posible en pos de sus intereses sea en el poder legislativo o en la conformación del primer gobierno que designará Tokáyev, pero deberá ser aprobado por los legisladores. Así, se plantea un escenario más complejo que el del "número puesto" que describíamos al principio. Dariga Nazarbáyeva, hija del ex mandatario, que había caído en desgracia en 2019 y debió retirarse de la presidencia del Senaty, vuelve como candidata a la Mazhilis. No obstante, este nuevo escenario, sin Nazarbáyev de presidente, también abre la puerta para la construcción de un capital político propio a Tokáyev, para que vaya adquiriendo mayor independencia, aunque sin duda seguirá dentro de la estructura del partido Nur-Otan.
El ex presidente Nursultán Nazarbáyev, presente en la campaña parlamentaria de Kazajistán. (Fuente: Radio Free Europe)
La apuesta de Nazarbáyev por una sucesión ordenada pocas veces se ha visto cristalizada en el espacio postsoviético. Habría que remontarse al traspaso presidencial de Boris Yeltsin a Vladimir Putin en Rusia (2000) o al de Heydar Alíyev a su hijo Ilham Alíyev en Azerbaiyán (2003). Otros presidentes de mandatos largos terminaron sus ciclos con su propio fallecimiento sin preparar sucesión (como Saparmurat Niyázov en Turkmenistán en 2006, o como Islom Karímov en Uzbekistán, fallecido en 2016) o terminaron derrocados, como el caso de Askar Akáyev en Kirguistán (1991-2005). Tampoco se trata de un enroque de cargos, como el que ocurrió entre Dmitri Medvedev y Vladimir Putin, cuando éste último "bajó" al cargo de primer ministro en 2008, para regresar en 2012 tras la presidencia del primero. Por lo tanto, habrá que observar en los próximos meses y años, los aspectos de continuidad y los de ruptura que eventualmente surjan como resultado de esta elección legislativa en Kazajistán, que va a trastocar la situación política y que, aunque no suponga cambios a corto plazo, se podrán ir avizorando las próximas internas de la clase dirigente en los años por venir.
En materia de política exterior, Kazajistán es un aliado firme de Rusia, con lazos históricos. No obstante, esta relación no ha estado exenta de altibajos, como por ejemplo tras la adopción del alfabeto latino para el idioma kazajo como señal para separar la comunidad kazaja de la rusa. Al margen de estas cuestiones, Kazajistán integra la Unión Económica Euroasiática, el proyecto de integración regional promovido por Moscú y la Organización de Cooperación de Shanghái, organismo de seguridad regional que también integran Rusia, China, Uzbekistán, Kirguistán y Tayikistán, entre otros países, enfocada en el combate contra el terrorismo, el separatismo y el extremismo. Kazajistán integra, también, la Iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda, el proyecto de infraestructura impulsado por China, por lo que su papel en el comercio internacional del siglo XXI resultará crucial.
Mirando hacia delante
Aunque ambos países vivan en contextos económicos diferentes (si bien, como casi todo el mundo, afectados por la pandemia de Covid-19 desde el año pasado) y con situaciones políticas bien distintas, en ambos hay un grupo dirigente que buscará hacer pie y asentarse, sea el de Tokáyev (como ya dijimos, formando su primer gobierno propio) o el de Zhapárov, que no perdió tiempo durante el interinato y promovió a sus protegidos en los principales cargos de la burocracia kirguiza. Kirguistán se ha caracterizado por tener una historia más convulsa y acabar de manera abrupta sus ciclos políticos con revueltas populares y el derrocamiento del presidente. En toda la región, ha sido el país con las elecciones más competitivas, pero la economía continúa estancada y su mano de obra emigra a Rusia. Kazajistán apenas empezó a conocer en 2019 a su segundo presidente y todo lo que indique algún tipo de lucha política entre diferentes sectores, de momento continuará canalizándose mediante el patronazgo del ex presidente Nazarbáyev y el que eventualmente podría surgir de Tokáyev, lo que sería toda una novedad.
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